Simposio Temático

SP83. La tierra no es pobre. Recursos locales y patrimonio biocultural frente a la degradación ambiental, el mercado neoliberal de alimentos y la intervención gubernamental

La riqueza biocultural de México permite el sustento de las familias que habitan en las zonas rurales, abastece con sus recursos a las ciudades e incluso a los mercados internacionales, en una relación asimétrica donde los proveedores son afectados por las políticas gubernamentales que favorecen actividades extractivas, por los vaivenes de los mercados de alimentos, y por la desigualdad social entre consumidores y productores. A este escenario se suma la degradación ambiental provocada por esas exigencias al campo y a los recursos de las comunidades rurales e indígenas, así como el intermediarismo, la violencia y otros problemas sociales que acentúan la presión sobre los recursos y sus trabajadores.
El presente simposio recoge una serie de trabajos de todo el país que ilustran cómo las vocaciones productivas de las zonas rurales, que conforman el patrimonio biocultural y otorgan sentido a sus tradiciones, formas de sustento o de alimentación, se afectan por las dinámicas globales de explotación, generando cambios en la vocación de la colecta de recursos hacia modelos poco amigables con el ambiente. También cambia la relación entre el recurso y quien lo produce, pues ya no importa que llegue a la mesa de una familia o que sea utilizado por alguien, la prioridad es posicionarlo dentro del mercado local, nacional y, preferentemente, el internacional.
En esa dinámica neoliberal de explotación se insertan las personas que se dedican a las actividades primarias, se generan nuevas rutas migratorias por la necesidad de mano de obra barata, cambian las culturas locales por la imposición de nuevos cultivos o formas de explotar a la tierra, o por la reconversión productiva que se promueve desde el Estado.
La tierra en México no es pobre porque la diversidad ecosistémica permite el desarrollo de actividades primarias de autosustento y de comercialización a baja escala, sin embargo, debido a la intervención de agentes estatales, de la industria, del comercio internacional o del crimen organizado, se empobrece a la población que vive de ella, sometiéndola a presiones exógenas y a la transformación de vocaciones y de culturas.
La revalorización del patrimonio natural y biocultural de las regiones del país es una estrategia que además de permitir el autosustento de las familias que explotan los recursos, permitiría la protección de las culturas y de los ecosistemas. Pero se requiere que el Estado fomente políticas públicas enfocadas en crear estrategias de preservación, que limite el avance de la industria o de las empresas extractivas y empodere a productores locales y a sus formas de hacer producir sus recursos. Con esto la degradación ambiental disminuiría, así como la relación asimétrica entre quienes demandan los recursos y quienes los abastecen.
Los modelos extractivos que obedecen a intereses del capital provocan que la tierra agonice, que las personas dedicadas a su explotación busquen otras formas de sustento en las ciudades o en otros países. El modelo extractivista también extrae el patrimonio cultural, por lo que urge un cambio de paradigma antes de que perezca la tierra y con ella su patrimonio inmaterial.

Coordinadores

Omar Mancera González

Escuela de Ciencias Antropológicas. Universidad Autónoma de Sinaloa

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