Uno de los atributos del performance es la creación de la presencia: hacer presente realidades, experiencias, actantes humanos y no humanos suficientemente vívidos como para conmover, seducir, engañar, ilusionar, encantar, divertir, aterrorizar, sanar, herir. Las prácticas rituales, género performativo por excelencia de la condición humana, despliegan privilegiadamente esa cualidad. El fulgor de la presencia se propone mostrar diversas poéticas de la vida ritual: cómo está integrada por
ensamblajes o colectivos; su carácter enfáticamente encarnado y material; sus maneras de multiplicar ontologías; sus formas de representar y hacer
mundos por virtud de imágenes, objetos, aisthesis, arte, encantamiento, regímenes materiales de percepción. El libro explora y reflexiona sobre los procesos liminales, tanto de apertura y creatividad, como aquellos
dolorosos de liminalidad forzada.