En la actualidad existe una gran presión social en torno a la estética de los cuerpos, la violencia estética se entiende como la búsqueda de validación de un prototipo de belleza, aún cuando alcanzarlo conlleva riesgos para la salud mental y física. Está tan inmersa en la vida cotidiana que es imperceptible y es ejercida por las mismas mujeres que son violentadas.
Las mujeres universitarias llegan a estar en situaciones vulnerables porque enfrentan expectativas sociales y culturales en cuanto a su apariencia, ya que están en una constante exposición a imágenes idealizadas de belleza. Comienza así una necesidad irracional por competir entre si, afectando relaciones amistosas y generando un ambiente social tenso. La idea de ser “diferente” o no tan “bonita” como las demás ocasiona emociones como inferioridad, vergüenza, baja autoestima, desmotivación, percepción distorsionada de sí mismas, entre otros.
Las instituciones ocupan un papel importante como agentes modeladores, los estudiantes, funcionarios y profesores universitarios forman parte de la vida académica, y dentro de la universidad existen estos cánones de estética entre las alumnas. Son notorios los estereotipos que se pueden observar en la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), y con base en ellos puede deducirse a qué disciplina pertenecen las alumnas, ya sea en el área de la salud, ciencias sociales, ciencias exactas, económicas, entre otras.
Los perfiles estéticos de las estudiantes llegan a ser moldeados por la formación crítica y reflexiva que cada disciplina fomenta. En algunas facultades, se puede propiciar un ambiente donde la competencia estética es más evidente y la dinámica llega a ser más cruel, a menudo los juicios y estándares son ejercidos por las propias mujeres dentro de estos espacios académicos.
Esta dinámica refleja la compleja relación entre la identidad estética, la competitividad académica y la influencia de las normas de género en el ámbito académico.