La presencia y participación de las mujeres en los espacios universitarios nacionales ha incrementado en los últimos años, sin embargo, diversas estadísticas muestran que si bien tienen una alta participación en actividades de docencia y acompañamiento de estudiantes, su posicionamiento en financiamientos de investigación y en programas de reconocimiento y estímulos, es inferior al de los varones, pues éstos se inscriben en políticas y sistemas de evaluación de alta exigencia, altamente competitivos, que reproducen distintos modos de violencia en los que la productividad se prioriza por encima de las condiciones de humanidad. Ser profesora e investigadora de tiempo completo en una universidad pública implica 40 horas distribuidas en docencia, gestión administrativa e investigación, pero participar en programas de estímulo implica además actividades de vinculación social y extensión universitaria.
Conciliar el trabajo universitario con la vida privada resulta un gran reto en una sociedad en que aún no se logra transformar la feminización del trabajo doméstico, la crianza y el cuidado, el acompañamiento de las y los hijos en tareas escolares y en actividades de socialización, evidenciando desigualdades de género que obligan a las mujeres a modificar y postergar actividades laborales y de productividad, a favor del cuidado de otros, lo que implica también sacrificar tiempo de descanso y de cuidado de sí mismas.
Presentamos reflexiones de un Cuerpo Académico consolidado, estudioso de la cuidadanía, constituido por cuatro mujeres que, en medio de ambigüedades y contradicciones, hemos logrado constituir una red de trabajo colaborativo que da paso a la productividad, al tiempo que aloja el agotamiento y el hartazgo del día a día. Destacamos la importancia de colectivizar la productividad académica, los procesos administrativos, así como las labores de cuidado: criar y trabajar en tribu, como posibilidades de cuidado de sí, y de las y los otros.