El pasado 29 de septiembre, tanto videos filmados de cámaras de celulares como videos oficiales sobre las primeras locomotoras del Ferrocarril del Istmo de Tehuantepec reinaugurando la línea Z entre Medias Aguas Veracruz y Salina Cruz, Oaxaca, inundaron las redes sociales y generaron controversia en los medios. En estas imágenes, un silbato grave y profundo anuncia el paso del tren por antiguas estaciones de la región, estremeciendo a un público expectante e incrédulo de que la obra se hubiera concretado. Desde una flamante locomotora adornada con rostros sonrientes de una mujer tehuana y una jarocha unidas por el escudo nacional, el Presidente López Obrador es escoltado por funcionarios y miembros de la Marina mientras saluda, eufórico y sonriente, a las masas.
Esta ponencia toma como punto de partida las ruinas de obras de infraestructura y los archivos visuales y materiales que condensan diferentes tiempos de la historia del Ferrocarril del Istmo de Tehuantepec que anteceden al momento recién descrito. Asimismo, recupera las imágenes de prospección, informes visuales (fotografías, maquetas y pietaje fílmico) relativos a la modernización de esta obra, y las promesas, utopías y posibles futuros que se imaginaron y se siguen imaginando a partir de ellas.
Las mencionadas ruinas, archivos y objetos pueden ser considerados como evidencias de que una obra existió o de cómo está tomando o se planea que tomará forma en el futuro. Asimismo, podemos entender estos diferentes recursos como rastros de ausencias que se relacionan con lo que Walter Benjamin define como “phantasmagoria” (2002), es decir, vestigios y manifestaciones culturales generadores de experiencias, sentidos, impresiones, temores, anhelos y fantasías que en cierto momento histórico se vuelven colectivos. Este énfasis en ruinas, archivos y objetos se nutre de análisis etnográficos contemporáneos sobre “arqueología industrial” (Novelo 2005); sobre las infraestructuras entendidas como “vehículos semióticos y estéticos” (Larkin 2013); como procesos violentos que de formación de estado (Uribe 2018); y como vestigios que conmemoran tiempos pasados de bonanza (Gordillo 2015).
Desde estos materiales, propongo examinar cómo se yuxtaponen o confrontan las memorias y nostalgias de infraestructuras pasadas con las expectativas y aspiraciones promovidas desde prospecciones actuales sobre esas mismas obras. El estudio se basa en en tres localidades situadas en el norte oaxaqueño del Istmo cuyas historias y territorios están marcadas de forma diferenciada por la infraestructura del Ferrocarril: Matías Romero, fundada como sede de talleres y operaciones del Ferrocarril en 1902; Lagunas, fundada en 1942 como sede de la cooperativa de Cemento Cruz Azul y cuya locación junto a las vías permitiría distribuir el cemento en la región y en el país; y el municipio mixe de San Juan Guichicovi, cuyo paisaje y territorio se ha transformado por el paso y la reciente reactivación del ferrocarril. Desde experiencias diferenciadas de extrabajadores del ferrocarril, trabajadores de la fábrica de cemento, y comunidades campesinas mixes, exploro cómo la materialidad y visualidad de ruinas, archivos y materiales de prospección vinculados con la infraestructura del Ferrocarril contribuyen a reactivar memorias sobre vida en la región y a esbozar expectativas de futuro.