La tradición wicca ha sido vinculada históricamente con las “brujas”, mujeres conocedoras de los misterios de la naturaleza y hacedoras de remedios y hechizos vinculados a divinidades paganas. Al día de hoy, a cinco siglos de distancia de las cacerías de brujas, la tradición wicca se enseña y se practica en la Ciudad de México, en un espacio de aprendizaje y encuentro, para personas que se identifican con este camino espiritual.
Este trabajo da cuenta de una etnografía llevada a cabo en sesiones educativas de un espacio wicca, en las que se trabajó en torno al tema de la brujería sexual, con el objetivo de comprender la forma en la que se concibe la sexualidad desde la visión wicca y conocer las prácticas de hechicería que se llevan a cabo, en el contexto de la brujería, para atraer, seducir y provocar el placer erótico.
Desde la visión wicca, la sexualidad es algo que trasciende lo meramente biológico, psicológico y social. La sexualidad es una forma de conectar con la divinidad, con aquello que nos hace humanos y con el cuerpo –propio y ajeno- que es el que nos permite habitar el mundo. Las problemáticas sexuales, tales como el deseo sexual inhibido o las disfunciones sexuales, se vinculan con conflictos emocionales-relacionales tales como el miedo, el asco, el rechazo y la culpa, aliada inseparable de una ideología sexual normativa y prescriptiva que, en sociedades como la nuestra, reproduce cuerpos dóciles, violentados por la represión.
Para muchos estudiantes de la wicca, este camino ha significado un acto de resistencia, ante todos esos aprendizajes que los han alejado de sus propios cuerpos, del placer y de experiencias sexuales plenas, satisfactorias y más conscientes