Este trabajo es parte de una investigación doctoral en curso que se ocupa de indagar lo que ha significado ‒desde hace 30 años y hasta la actualidad‒ la práctica de ver cine de terror para diferentes públicos y sus “modos de estar juntos”, tomando como categoría analítica la cinefilia y el paradigma de la cultura fan. El cine de terror es un género cinematográfico que se caracteriza por su capacidad de provocar en sus espectadores sensaciones de miedo, terror o incomodidad ‒entre otras‒, a partir de su tratamiento de la otredad, lo monstruoso, lo abyecto, anómalo o liminal (categorías sumamente relevantes para la antropología). En los últimos años ha habido un boom en su producción, ya que es un género muy rentable que provoca mucha efervescencia entre sus espectadores; por ejemplo, la formación de comunidades presenciales o virtuales.
México es uno de los países que más consume cine de terror (las salas de cine y la diversidad de festivales, cineclubes, maratones y talleres dan cuenta de ello). Entre ellos, destaca Macabro, el primer festival del género en México (y segundo en Latinoamérica) creado hace veintitrés años. Macabro no solo representa la oportunidad para ver primicias del género en pantalla grande y en formatos originales, generalmente, difíciles de conseguir, sino que también funciona como un lugar de encuentro significativo para diferentes fanáticos. A partir de una revisión documental de la trayectoria del festival, este trabajo busca dar cuenta de las dinámicas, rituales y encuentros que propicia el festival, así como la relevancia para sus públicos.