Presento aquí una aproximación desde las epistemologías feministas y la psicología social comunitaria (Wiessenfeld, 2017; Almeida, 2013) que busca visibilizar los desafíos que el confinamiento y la pandemia impusieron durante el 2020-21 destacando las violencias que en tanto mujeres (Montenegro, 2017) viven quienes deciden organizarse y buscar a sus desaparecidos/as. Estas violencias van desde la estigmatización y criminalización de ellas como madres y de las personas desaparecidas asumiendo que tenían vínculos con el crimen organizado hasta la puesta en marcha de dispositivos de administración del sufrimiento (Estévez, 2018). Si bien estos dispositivos no resultan exclusivos para las mujeres sí adquieren formas particulares y específicas. Una de estas formas es el uso deliberado de la abnegación y la culpa como exigencias de una maternidad tradicional y que suelen aparecer en el discurso mediático o de autoridades indolentes hacia las madres y mujeres buscadoras.
En el caso de Guanajuato y en general en el país, la enorme cantidad de personas desaparecidas se acompaña de una crisis forense, lo que ha llevado a varios colectivos a “especializarse” en búsqueda e identificación forense, apareciendo así formas organizativas y de acción pública que se vuelven parte de las políticas post-mortem (Valencia, 2021. Estas acciones reposicion a las buscadoras tanto frente al Estado como de cara a una sociedad que paralizada de miedo suele mostrarse también indiferente. Incluimos también en este análisis la mirada feminista enfatizando la construcción de agencia y organización colectiva en estas mujeres cuyas vidas están inmersas aún en las violencias cotidianas en un contexto de necro política (Mbembe, 2011), amenazadas además por la violencia social ya sea proveniente de los grupos del crimen organizado o de las fuerzas estatales de seguridad.