De acuerdo a los relatos otomí, la dimensión onírica representa la sintética contracción de las coordinadas espacio-temporales que enmarcan el mundo diurno, lugar de límites borrosos y flexibles, metamorfosis, desplazamiento y, sobre todo, de encuentro entre seres humanos y entidades extrahumanas . Pues, el mundo onírico no solamente goza de su propia realidad ontológica, sino que se configura como lugar genético y fuente de saberes y poderes de otra manera inaccesibles al ser humanos. Todo lo anterior otorga tanto a la experiencia onírica en sí, como a la narración de los sueños un lugar prominente en la vida otomí, el cual se ve aún más acentuado frente a las coyunturas críticas de la existencia – tanto individuales (muerte, enfermedades u otros accidentes), como colectivos (pandemias, sequías u otros desastres ambientales y/o sociales). En estos momentos el contenido de los sueños se vuelve altamente convencionalizado y llega a configurarse como parte necesaria e imprescindible adentro del flujo de decisiones y acciones a emprender para salir de la crisis . De tal manera, se puede vislumbrar un principio causal por el cual todo lo que acontece en el “aquí y ahora” de la vigilia depende estrictamente de lo que ocurre en el “allá” del sueño .
En este contexto, el proyecto propone enfocarse hacia los usos sociales del sueño, es decir, analizar los valores, significados y funciones que éste conlleva y moviliza, y mirar a la narración de los sueños como a una manera de socializar una experiencia eminentemente individual a fin de otorgarle cualidades creadoras y ordenadoras de la realidad.