Al observar en el contexto de una fiesta patronal muy concurrida en un pueblo cercano a Texcoco en 2011 la ejecución de una danza por parte de alrededor de 30 danzantes ante un público de menor magnitud, surgió una de las preguntas mayores de una incipiente investigación sobre las danzas en esta región: ¿para qué y para quién se baila? La observación participante y entrevistas en los años siguientes dieron parcialmente respuesta a esta y otras preguntas de esta investigación en equipo. Sin embargo, la crisis del COVID-19 de 2020 y 2021, cuando fueron suspendidas las danzas y otras celebraciones religiosas, permitió acceder a lo que podría llamarse la “estructura profunda” que subyace en lo que muchos ven como un espectáculo folklórico popular. El trabajo de campo desde 2011 apuntaba a lo señalado por Renée de la Torre en el título de su artículo: “Danzar: una manera de practicar la religión”; y el material de entrevistas mediante plataformas como Teams y Meet llevadas a cabo en 2020 y 2021 con 25 informantes relacionados con las danzas confirmó esta postura. En una palabra, en tiempos excepcionales, se reveló lo que algunos informantes describieron como la “verdadera esencia” de la danza. En esta ponencia se destaca la dimensión devocional de las llamadas “danzas regionales” en la Región Texcocana y se aporta evidencia de que su aspecto religioso puede ser más generalizado en el país. En las reflexiones finales, con base en una revisión bibliográfica de obras sobre el tema de principios del siglo XX, se examina el origen de algunos de los supuestos que han pautado los estudios de las danzas en México y que, en gran medida, han excluido su carácter devocional.