El reconocimiento de cierta autonomía logrado por las comunidades puehépechas en los últimos años ha producido cierto optimismo por las posibilidades que se vislumbran para desarrollar proyectos propios. Sin embargo, la asignación del presupuesto directo a las comunidades ha incrementado el acoso del crimen organizado, que se suma al que ya viven por parte de empresarios aguacateros. Con el reconocimiento no solo se ha puesto en marcha un proceso de reorganización del gobierno local, también del entramado de relaciones, derechos y obligaciones que le dan sustento a la forma de vida comunitaria y que se encuentran en entredicho y aguda transformación por las reformas neoliberales impuestas en las últimas décadas. La puesta en marcha de proyectos propios, pero también el deseo de reconstituir la vida comunitaria sobre bases renovadas, parecerían utópicos, en tanto se encuentran bajo el asecho de intereses externos que se entretejen con divisiones y disputas internas.