Sin lugar a duda, estamos presenciando un ecocidio global cuyas causas se atribuyen, a menudo, a un constructo político y mediático abstracto llamado “actividades humanas”. En este sentido, el cambio climático, a través del calentamiento global, conforma el epicentro argumentativo de esta narrativa catastrofista. Nuestra percepción del problema se nutre de una dialéctica articulada entre experiencias personales y directas y el adoctrinamiento a las tesis oficiales sobre el deterioro ambiental. Esta configuración geopolítica da lugar a la emergencia de una nueva faceta del capital llamado capitalismo verde (y el famoso greenwashing) cuyos brazos armados científicos son la ingeniería social y la geoingeniería. Si bien, hoy, resulta moralmente complicado objetar, disentir o discrepar contra la era del Antropoceno (término acuñado por el premio Nobel Paul Crutzen) en la cual el Hombre se habría convertido en el principal agente geológico del planeta, sus ecosistemas y seres vivos, sin embargo y desde el trabajo pionero de Alfred Schmidt (1976) ha venido a constituirse una postura ecológica que abreva del ecosocialismo de Marx (Saito, 2021); es decir, el descubrimiento en la obra de Marx (El Capital y Los Grundrisse de 1857) de una faceta netamente ecológica, la cual no solo permite remozar la recepción de la obra del nativo de Tréveres, sino afianza la crítica del Antropoceno como crítica de la ecología política y su brazo armado disciplinar, la colapsología (Diamond, 2006). He ahí el concepto de Capitaloceno (término acuñado por Andreas Malm). En esta ponencia, se expondrá los términos de la genealogía de ambas posturas y la producción del debate que se ha suscitado en torno a la responsabilización humana o capitalista del ecocidio actual, donde el Antropoceno bien aparece como la fase anterior al Capitaloceno, bien constituye una pantalla ideológica y discursiva para evadir la cuestión del modo de producción capitalista.