En esta ponencia planteo exponer mi investigación de maestría, en la que analizó cómo la biomedicina de la violencia carcelaria, es decir, la regularización, el disciplinamiento y la violencia en torno al acceso a los servicios médicos es modulada por una serie de pequeñas soberanías locales en las que intervienen el personal médico, la administración carcelaria, las oficiales y grupos pertenecientes a las estructuras criminales. Es por lo cual que las posibilidades de cuidado se diferencian a partir de elementos de in-seguridad, en tanto que el personal facultativo está expuesto a lineamientos de violencia-crueldad, al tiempo que eso concesiona maneras jerárquicas de atención médica. En este sentido, la cárcel mantiene márgenes que se disipan conforme el monopolio de la violencia no es común al Estado, sino que las propias estructuras criminales, en este caso, conforman dispositivos que debilitan los límites, estableciendo, entonces, una continuidad entre la seguridad y la inseguridad. Es por ello que planteo que la cárcel es por sí misma una configuración para mantener alejados los cuerpos tolerables de los que se asumen que portan la delincuencia, de alejarlos de una ilusoria-ficticia normalidad-seguridad pública de in-seguridad.
De tal manera que el miedo y la criminalización (de la población encarcelada) insertas en lógicas neoliberales y violentas son aquellas estructuras que modulan, incluso, las formas experienciales de los procesos de salud-enfermedad. Así pues, pienso que estos procesos en la cárcel no pueden entenderse sin tomar en cuenta el escalafón que emana de la desigualdad y la violencia, a causa de que se asume una administración de la asistencia y el cuidado, gestionando el sufrimiento y las denuncias del dolor.