Uno de los mayores retos para las antropólogas es sin lugar a dudas el desempeño práctico de la profesión dentro de los espacios donde confluyen nuestras investigaciones. En este sentido, las regiones de la Huasteca y el Totonacapan, se encuentran espacios comunes en los cuales las violencias que atraviesan a las poblaciones, van delimitando las formas de interacción y al mismo tiempo el autocuidado de las mismas. Esta relación también se encuentra muy ligado en el desarrollo de nuestra profesión como antropólogos, etnólogos y demás profesiones que se apoyan del trabajo de campo etnográfico, asimismo, nuestros colaboradores -sin proponérselo- acompañan nuestro trabajo y cuidan de nosotros mismos en los distintos espacios donde interactuamos. De ahí que intentamos proponer como eje de reflexión el cuidado colectivo, así como la resiliencia que resulta necesaria en un mundo en crisis en donde no solo debemos formar a las nuevas generaciones de antropólogos y antropólogas en el marco de la disciplina, sino también, debemos prepararlos para enfrentar un mundo en crisis, un mundo con múltiples violencias que (los) atraviesan y que está presentes en el quehacer antropológico.