En las fiestas tradicionales de los yaquis y mayos de Sonora y Sinaloa el danzante pascola representa al “viejo de la fiesta”. Sin embargo, en ciertos momentos, el danzante utiliza una máscara ritual que, de acuerdo a las propias interpretaciones de los actores sociales, representa “el bien y el mal” o “el animal”. Cuando el danzante cubre su rostro con dicha careta, mantiene una conexión o forma de comunicación con la alteridad, a partir de la visualización de los paisajes naturales y la vida silvestre de los animales. El danzante se apoya de la música de la flauta y el tambor para entrar en una especie de “trance” y tener contacto con el Juiya Ania (mundo y espiritu del monte). En este sentido, el pascola es un intermediario entre el mundo del hombre y la naturaleza.