La posibilidad de abordar la sexualidad del antropólogo en el trabajo de campo es algo que se ha invisibilizado y no se enseña en los programas de formación antropológica. ¿Qué se puede hacer ante la posibilidad de que los actores sociales con quienes trabajamos nos vean como cuerpos sexuados y de deseo?, ¿cómo lidiar ante las propuestas sexuales y/o afectivas que pueden presentarse en el trabajo de campo?, ¿qué implicaciones tiene el aceptar o rechazar dichas propuestas para el trabajo antropológico que el investigador realiza?
Mi propuesta se centra en las experiencias y reflexiones siendo un investigador homosexual que ha realizado trabajo de campo con varones homosexuales durante 13 años, algunos de los cuales me propusieron tener encuentros sexuales para ayudarme con las entrevistas, otros me propusieron dichos encuentros para continuarlas y otros más manifestaron el deseo de una relación amorosa pues consideraban que sabía suficiente de sus vidas, a partir de las entrevistas y acompañamiento a sus actividades cotidianas para poder generar vínculos más allá del profesional. Durante mis formaciones de posgrado nunca mencionaron que las propuestas sexuales podrían estar presentes, y nunca se mencionan estrategias para poder salir bien librados de ello sin que la investigación se vea comprometida.
Considero que la sexualidad del antropólogo es una asignatura pendiente de las formaciones antropológicas, se ha negado, se ha borrado, se ha callado u ocultado. El cuerpo del antropólogo debe ser visto como algo que no provoca deseo y/o emociones con los actores sociales con quienes trabajamos. A veces el vínculo no necesariamente es sexual sino afectivo, no sólo porque entras en sus vidas sino porque ante sus trayectorias de vida no puedes ser indiferente.