Las opiniones iniciales que provocaba el conocimiento de un nuevo virus descubierto en China, decían que no podría llegar a Culiacán, Sinaloa, debido a que sólo se daba en regiones frías y a que era un evento geográficamente muy lejano. No obstante, el 17 de marzo de 2020 se presentó el primer caso registrado de COVID en la capital Sinaloense, y cinco días después se hizo el llamado nacional a la “sana distancia”, lo que dio inicio a la transformación o cancelación momentánea de prácticas y creencias religiosas en el municipio y sus sindicaturas.
A pesar de que en algunas sindicaturas no se acató ninguna restricción y el desarrollo de las prácticas religiosas fue muy similar al de años anteriores, algunos grupos religiosos se vieron obligados a realizar ciertos cambios. Tal fue el caso de los Testigos de Jehová, quienes ante la suspensión de actividades de manera presencial, comenzaron a predicar por teléfono para transmitir la palabra, organizando también reuniones por aplicaciones como WhatsApp o zoom, e incluso realizando bautizos en casa por medio de redes sociales. Situación similar fue el de las religiones cristinas, quienes optaron también por transmisiones en vivo por aplicaciones como Facebook y YouTube. Aunque la religión católica mostro mayor resistencia en un inicio, el avance de los contagios no pudo ser ignorado, lo que obligó a que en algunas sindicaturas se tomaran acciones como el realizar misas que eran escuchadas por los fieles desde sus automóviles, y el solicitar limosnas por transferencias bancarias. En la presente ponencia busco enfatizar los cambios vividos durante la pandemia por los grupos religiosos como Testigos de Jehová, religiones cristianas y católicos, contrastando dichas transformaciones con las prácticas que se realizan hoy día en el contexto de post-pandemia.