El feminismo comunitario junto con el ecofeminismo del Sur han puesto en relieve, perspectivas rebeldes para comprender diversas formas de defender las cocinas de mujeres indígenas, campesinas, agroecológicas, suburbanas y otras. Coinciden en las manifestaciones contra los sistemas de producción alimentarios capitalistas y patriarcales y reivindican su postura decolonial denunciando todas las formas de opresión perpetuadas en sus cuerpos, territorios, memorias, semillas, saberes, prácticas, sentires y relaciones humanas y no humanas. La participación en el simposio retoma estas posturas a través de dar seguimiento a tres tipos de cocinas llamadas rebeldes: Una de ellas es la cocina de los pueblos originarios del centro de México amenazados por la transición alimentaria y nutricional. Esta cocina refleja las resistencias de las mujeres, quienes a pesar de que han vivido en condiciones de profundas desigualdades sociales, desarrollan estrategias para tratar de conservar los socio-ecosistemas que proveen su dieta de la milpa-el monte y el traspatio. La segunda cocina rebelde es representada por un movimiento de agroecología feminista que se está gestando de manera semi-autónoma dentro del Programa Interinstitucional de Especialidad en Soberanías Alimentarias y Gestión de Incidencia Local Estratégica (PIES AGILES) del Conahcyt. Becarias de este programa, ellas están impulsando colaboraciones con comunidades y de inmersión territorial para transitar hacia la agroecología sin desigualdades de género.
Por último se toma a la cocina de Food No Bombs que se da bajo el amparo del colectivo El Enclave Caracol del centro de Tijuana. Esta cocina es administrada prácticamente por un grupo de diez mujeres jóvenes anarquistas y aunque auxilian otros hombres y personas del movimiento, ellas han posicionado al feminismo como filosofía de rebeldía contra los sistemas represivos, capitalistas y globales que violenta sus estilos de vida libertarios.