A partir del año 2010, década en que se desarrolló el movimiento por Wirikuta, en el semidesierto de Catorce, en San Luis Potosí, inició el boom del mercado de experiencias espirituales a partir de la oferta de “ceremonias de peyote” guiadas por marakates. La propuesta de ponencia que presento tiene por objetivo mostrar cómo el consumo del peyote –cactácea con propiedades psicoactivas—, relacionado con la cultura wixaritari, es considerado por turistas y “peyoteros” una práctica original o auténtica. Para algunos turistas, participar en una ceremonia guiada por un mara’akame (curandero o chamán), es sinónimo de vivir una experiencia auténtica, motivo por el cual se embarcan en una búsqueda de autenticidad en un mercado de experiencias en el que saben que se encontrarán con escenificaciones (‘inauténticas’) creadas especialmente para su consumo. No obstante, asumen que, al continuar su búsqueda, en algún momento lograrán experimentar algo realmente auténtico.
Aunque, en Catorce es posible encontrar diferentes tipos de ceremonias, me enfoco en aquellas en las que los consumidores articulan ciertas ideas como el lugar (“desierto sagrado”), el peyote (“medicina ancestral”) y un carácter étnico-sagrado (“tradición indígena ancestral”). Es decir, aquellas que ofrecen los marakates quienes, mediante un intermediario, reúnen al turismo en escenarios que simulan la “vida cotidiana indígena”, lo cual representa un valor añadido al realizarse en el desierto, pues gran parte de este es considerado un “sitio sagrado”.
El argumento no es que esta experiencia con el peyote sea más auténtica frente a otras, si no que en una lógica anclada en la idea de que lo “original y ancestral” está vinculado fuertemente a lo étnico, suma valor al cactus y funciona como componente de la mercantilización de la experiencia con el peyote. Esta experiencia no aleja al cactus del intercambio mercantilizado, sino que contribuye a su desplazamiento en ciertas formas y trayectorias que le dan valor (Appadurai, 2019). Esta dinámica abre un mercado de la experiencia por distintos guías espirituales y, a su vez, la circulación del peyote como mercancía y de las ceremonias en Catorce, San Luis Potosí y al interior del país.