El siglo XX estuvo marcado por la sensación de que el fin del mundo se acercaba, sentimiento exacerbado por las intensas crisis político-económicas y humanitarias que acontecieron; a su vez, diversos desastres ecológicos y la evidencia científica sobre la “salud” planetaria presagiaban la inminencia de una crisis ecológica cuyos efectos comenzaban a palparse. Hacia la década de los años setenta el primer informe de trabajo del Club de Roma, Los límites del crecimiento, puso de manifiesto que los límites físicos del medio ecológico imputaban un obstáculo al crecimiento económico y hacia finales de la década de los años ochenta el informe Brundtland planteó la necesidad de crear acuerdos y estrategias enfocadas a proteger “nuestro futuro común”. Festejamos la llegada del nuevo milenio con nuestro optimismo puesto en el desarrollo sustentable y una fe renovada en las soluciones tecnológicas creadas ad hoc.
Durante las dos décadas transcurridas del siglo XXI hemos presenciado los efectos nocivos de una crisis civilizatoria y una crisis ecológica con consecuencias devastadoras para los actantes humanos y no-humanos que habitamos los diversos territorios sobre la superficie terrestre. El sueño del progreso se convirtió silenciosamente en una pesadilla moderna, puesto que los recursos efectivos del medio ecológico disminuyen a medida que el crecimiento económico aumenta.
Estamos de cara a un problema súper perverso cuyas consecuencias son irreversibles; de continuar como hasta ahora enfrentamos la degradación y congestión de los recursos ecológicos que dan soporte material a la vida social sin margen de acción, la concentración de los controles, la dispersión del poder, la exacerbación de los criterios económicos que resultan en la transferencia de externalidades negativas al medio ecológico y a los sectores más vulnerables que conforman el medio social. No obstante, también podemos afirmar que actualmente existen múltiples ejemplos de alternativas al modelo civilizatorio de la modernidad que ensayan otras formas de ser y estar en el mundo, que constituyen baluartes de la memoria biocultural de la que echarán mano las sociedades pos-colapsistas.
El presente simposio aspira a ser un espacio de reflexión crítica, de intercambio y debate desde la antropología social sobre los retos que las sociedades humanas enfrentan de cara a la crisis civilizatoria y ecológica en marcha en un escenario de franca violencia contra naturam, pero también para indagar sobre aquellos ensayos sociales que abren nuevos horizontes y albergan esperanza.