Esta propuesta tiene como objetivo reflexionar sobre los dolores, insatisfacciones, formación de esta profesión: traductor-intérprete de lengua de señas/lengua oral, tratando de aportar un cierto grado de personalidad para comprender el ejercicio cotidiano de esta profesión tan estándar y que, en Brasil. , ya está regulado. Una máxima que se ha mantenido a lo largo de los siglos, quizás gemela de la coronada expresión italiana traduttori traditori, es el karma que aún cargan muchos traductores: “es culpa del intérprete”. Hay cierta intriga en convertir lo sagrado en profano y viceversa. Sin embargo, en general, el traductor-intérprete debe ser alguien que domine el idioma mínimo dos idiomas, que generalmente es su par de idiomas de trabajo. En el caso del traductor-intérprete de lenguas de signos-lenguas orales, la exigencia de este trabajo exige algo más que el dominio de lenguas, pero también y, concretamente en relación con las comunidades sordas, es necesaria la convivencia con este grupo social para poder comprender el significado de estar en el mundo en el que la visualidad se convierte en la principal forma de entrar en contacto con el entorno en el que se inserta. No es raro, y en la actualidad, los nuevos profesionales en este área ya no desarrollan esta forma de asimilar el significado de ser sordo para la propia persona sorda. Por ello, creen que la formación a través de cursos de traducción-interpretación les proporcionará esa experiencia indescriptible e indivisible en el arte de interpretar de un idioma a otro. Es necesario resaltar que la traducción no se restringe al medio escrito durante la transferencia de textos entre una lengua y otra, sino que trae consigo su inserción en el campo de la Lingüística, Antropología, Psicología Social, Sociología entre otros conocimientos.